miércoles, abril 29, 2009
La otra pandemia.
miércoles, abril 22, 2009
La cocina solar.
Lo cierto es que no existe una verdadera política medioambiental en Etiopía y es desolador ver cómo el desierto aumenta año tras año.
*Vídeo: Nuestra casa.
martes, abril 14, 2009
Escuela Edo Gojola.
También con este acompañamiento se encargaban de que todo el material estuviese seguro bajo llave para que nadie pudiera llevárselo y venderlo.
Y así tres personas delante del coche y nosotros cuatro detrás junto con todo el material en la parte superior y detrás nuestra íbamos tan contentos a la primera escuela de Lápices para la Paz: Edo Gojola que se encontraba a más de quince kilómetros, en pleno desierto sin apenas carreteras ni caminos rurales.
Llegar a la escuela resultó más complicado de lo que esperábamos. Debido a la sequía se formaban constantes remolinos de tierra que se introducían en el coche con total impunidad, salpicándonos de arena hasta arriba. Al cerrar las ventanas, pudimos ver cómo llovía tierra y polvo. Una tempestad naranja que nos envolvía y apenas se distinguía el camino.
El conductor de la misión estaba familiarizado con la ruta porque no dudaba ni un segundo en elegir uno u otro sendero invisible, bordeando grietas de un reciente movimiento de tierra, esquivando piedras, maleza, árboles secos.
Pudimos distinguir unas viviendas rurales que son conocidas generalmente como tukuls. La mayoría de éstas, las paredes de las casitas están cubiertas con una mezcla de paja y arcilla.
Los niños al ver el coche salían corriendo detrás nuestra. Eran apenas bebés de dos años, totalmente autónomos, cubiertos de suciedad y semidesnudos. Gritaban con una sonrisa de oreja a oreja y nosotros saludábamos con las manos. Es un gesto universal que respondían estos pequeños con sus manitas mientras correteaban por la tierra con sus pies desnudos. Sus caras eran de auténtica felicidad. Junto a ellos se les añadían perros de todos los colores, ladrándonos a nuestro paso defendiendo su territorio.
Cuando llegamos a Edo Gojola el coche no podía llegar a la escuela. Unos matorrales nos lo impedían. Me pregunté por un momento cuanto tiempo hacía que un coche no venía a esta parte de Etiopía.
*Foto escuela Edo Gojola.
Cuando se consiguió que el coche llegara junto a la escuela rural por fin pude observarla detenidamente. Unas enormes cruces estaban pintadas en las ventanas. La única estructura de ladrillo en kilómetros. Saludamos a los lugareños y enseguida salieron los profesores. Entonces pregunté por el director y me presentaron a un hombre maduro de unos cincuenta años, con pantalones y camisa raída con grandes agujeros en la tela. Sus zapatos estaban resistiendo audazmente el paso del tiempo y su aspecto no difería en absoluto de cualquier mendigo de una ciudad occidental.
Me quedé algo impresionada y le tendí mi mano. Su tacto era lija y fui recibida con una amplia sonrisa que dejaba entrever su escasa dentadura y unos ojos cargados de historia.
El director nos presentó a los profesores y después comenzamos a descargar todo el material y a montar la estantería para poner todos los libros. En un espacio mínimo pusimos la estantería y tuvimos casi una treintena de hombres mirando nuestra labor.
Contemplando a estos niños recordé una encuesta dirigida de UNICEF, donde sirvió como evidente recordatorio de que más de 7,8 millones de menores etíopes -de los que 4 millones eran niñas- no recibían educación.
La razón más importante para no asistir a la escuela (la que dio el 69%) fue que los progenitores no podían pagar la matrícula escolar. A eso se añadía la falta de materiales escolares, la segunda razón más importante dada por el 29%; las familias no podían comprar los artículos básicos como uniformes, libros, lápices y papel.
Otros obstáculos que se observaron en la encuesta fueron que los niños y niñas permanecían en sus casas para trabajar (18%) y para llevar agua (8%); y que tenían que recorrer un largo camino andando (13%) o no había nadie que les acompañase a la escuela (7%).
Dejamos más de 400 libros, material didáctico, pósters visuales de anatomía y mapas políticos, material de escritura, cuadernos…. y observando todo colocado en la estantería me pregunté lo poco que parecía en este colegio tan paupérrimo y tan necesitado.
miércoles, abril 08, 2009
Una simple nota.
domingo, abril 05, 2009
La pizarra.
Además de los 450 paquetes de ceras y cartulinas de colores, tijeras escolares, mil cuadernos, reglas, bolígrafos, 20 paquetes de 500 folios cada uno…..más adelante os mostraré el inventario por cada escuela firmado bajo la supervisión del Ministro de Educación de Zway que tuvo la amabilidad de venir con nosotros.
El camino ya lo conocíamos. 163km repleto de vacas anárquicas, ovejas, burros extenuados y mucha sequía en el paisaje etíope. *En la foto las vacas atravesando la única carretera que va a la capital etíope.
La pizarra era para el orfanato de Meki, que está muy cerca de Zway y estará colgado en una de las habitaciones destinada para la biblioteca que queríamos montar. Mar, la responsable del orfanato, también venía con nosotros y nos mostró su deseo de seguir con las compras de libros especiales para los niños y niñas del centro. Eran libros difíciles de encontrar pero no imposible: guiones de teatro infantiles para representar entre todos. La idea era bastante bonita y factible.
Cuando llegamos a la tienda, el dueño nos sacó la ansiada pizarra. Estaba perfecta y lista para cargar en la parte superior del coche. Tuvimos bastante público en la calle. Etiopía se encuentra sumida en un perenne estado de paro entre toda la población y muchos jóvenes y no tan jóvenes, permanecen en las calles viendo pasar el tiempo sin otra esperanza de que éste, pase lo más rápido posible.
*Cargando por primera vez la pizarra en el coche de la ONG Amigos de Silva.
Al ver la pizarra me la imaginaba ya repleta de garabatos, de dibujos y de escrituras, de aprendizaje. Nos costó unos ochenta euros. Y a mí personalmente me parecía la pizarra más bonita del mundo.
Fue algo aparatoso montarla en el coche. Y tuvimos que parar al menos tres veces para sujetarla en la baca y luego ésta y nosotros nos recorrimos media ciudad. Después de comer continuamos comprando más cosas para los niños y niñas entre lo que destaco: un kit de limpieza para los colegios. Ya nos advirtieron las sisters que no tienen absolutamente nada para limpiar las aulas. También como habíamos adquirido diversos cuentos e historias en inglés para que fueran escuchados estuvimos casi cinco horas para encontrar radiocasetes para las tres escuelas de los poblados.
Con paciencia y con tranquilidad al final pudimos comprar sólo dos en una tienda de electrónica. Es algo complicado adquirir existencias en las tiendas del país. Para el tercer radiocasete Mar se encargaría otro día de seguir con las compras y de encargar para nuestra biblioteca bancos, mesas y librería.
Fue un día cansado pero muy fructífero. Ya era de noche cuando tuvimos que esperar el coche de las sisters para volver a Zway. Y otra vez tuvimos que descargar la pizarra, volverla a montar en un segundo coche junto con todas las compras porque Mar y Paco se tenían que quedar en la capital.
Llegamos muy tarde a la misión. La carretera se encontraba cortada (algo habitual) y tuvimos que atravesar un poblado. Por un momento pensamos que la pizarra se caería y aplastaría algún etíope que suele caminar en medio de la oscuridad.
Pero nuestro conductor de la misión paró en medio de la noche y vigiló que estuviera bien sujeta.
Al día siguiente tocaba descargar de nuevo la pizarra., para después de dos días que Mar regresara con el coche del orfanato volver a cargarla de nuevo. Y para que por fin la pizarra estuviese lista a recibir la escritura y los sueños de todos los niños y niñas del orfanato. * Foto: Equipo de Lápices para la Paz junto a Mar, Jorge y la pizarra que ya estaba lista para seguir su camino definitivo.