Fotofrafía de Nilufer Demir. El pequeño Aylan, de tan sólo tres años.
Otra foto, mil sentimientos.
Hoy no puedo dejar de olvidar esta imagen. Ha
aparecido en diferentes medios de comunicación en este mundo global, tan habituados y tan relajados
al dolor ajeno y tan acostumbrados a dramas lejanos. Las injusticias
se suceden a miles de kilómetros de nuestro ritual de lo habitual.
No nos afectan. Las lágrimas son de otros.
Nuestra retina acumula fotogramas que se desvanecen
en los entresijos de nuestra memoria, tan sutilmente, que ya nos
acostumbramos a la muerte, de forma tan natural, tan condenadamente
fácil…
Y de repente, algo sucede en nuestro interior.
Aparece una imagen que penetra, sintiendo cómo duele el estómago. Y
se rompe algo, de forma tan sutil que cerramos los ojos, y no
comprendemos ni quienes somos, ni que futuro tenemos como seres
humanos. Y los que se suponen que tienen que hacer política con
deber hacia los demás, nos damos cuenta que tienen una piedra en vez
de corazón.
Ya escribí sobre los 21 gramos que pesa el alma,
esos 21 gramos que desaparece, de forma misteriosa cuando fallecemos.
21 gramos. El peso de 5 monedas de 5 centavos, el peso de un colibrí,
de una chocolatina...
Me pregunto si esos dirigentes europeos, los que
llevan la batuta en la vieja y prostituída Europa tienen entre sus
entrañas esos 21 gramos que pesa el alma. Me pregunto cómo se puede
obviar centenares de vidas que huyen de la guerra, la muerte, el
horror, el hambre.
Y mientras el diálogo se aplaza, los días pasan.
Qué importa, seguirán las orillas del mar acogiendo inocentes,
camiones sembrados de cadáveres asfixiados. La muerte, aleatoria,
cruel y despiadada se paseará por el cementerio que se ha convertido nuestro Mediterráneo (Más de 23.000 inmigrantes que lograron cruzar el
Mediterráneo han arribado a las costas griegas en la última
semana).
¿Cuánto pesa la vida? ¿Cuánto pesa la esperanza?
...y eso dicen, que en el preciso momento de la
muerte, perdemos 21 gramos, que es el peso, que estoy segura, todavía
conserva este pequeño en ese instante que una cámara fotográfica
plasmó su dormida muerte.
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Europa nos duele
No son migrantes, son refugiados.
Huyen de la guerra, la violencia y la pobreza. No huyen por voluntad, huyen por desesperación.
Debemos velar por sus derechos http://www.savethechildren.es/