Una de las personas entrevistadas fue la Coronela Générose Ngendanganya. Esta mujer es la jefa de policia de Bujumbura responsable del “Departamento de Defensa de la Mujer y del Menor”. Su actual marido, FranÇois-Népos Niyitegeka, es miembro de la Comisión Nacional de Desarme Civil” que supervisa la erradicación de las armas de fuego y armas blancas del uso de la población civil tras la guerra en Burundi.
Cuando hablamos con la coronela Générose nos explicó la situación de sus hombres, nos dijo que ellos eran los encargados de defender a los más necesitados tras la guerra (las mujeres y los niños) pero no tenían medios para hacerlo. Desde el punto de vista administrativo, ni siquiera tenían una máquina de escribir, así que ya de ordenadores, ni hablamos. En mi grupo de cooperación empezamos en aquel momento una relación más estable con este departamento pero en ningún momento Générose nos comentó la historia de su drama personal. Sin embargo, el traductor que nos ayudaba a comunicarnos con ella, de modo extraoficial nos comentó su historia tras la entrevista y ahora paso a resumirlo.
Antes de la guerra Générose trabajaba repartiendo comida en el comedor de un colegio. Durante la guerra mataron a su entonces marido y quedo sola con una hija de un año y medio. Los abusos, violaciones y ataques por parte de los militares se volvieron tan insoportables que decidió comprarse un arma de fuego para defenderse. Como no sabía usarla, subió a las montañas a buscar a la guerrilla para que la enseñaran a defenderse. Générose dice que es muy facil entrar en la guerrilla pero muy dificil salir. Cuando entró su hija tenía un año y medio, cuando volvió tras la guerra su hija tenía 11 años. Durante ese tiempo Générose se convirtió en un alto mando en la guerrilla y por eso ahora (tras el desarme de la guerrilla y su candidatura a las elecciones políticas que ha culminado con su ascenso al gobierno del país) desempeña un alto cargo en la policía nacional.
Durante la guerra conoció a su actual marido, se casó y tuvo un hijo, Franck. Mientras Franck era pequeño Générose lo llevaba, como es costumbre en la zona, amarrado a su espalda con una tela. Cuando el niño tuvo edad de aprender a andar no pudo dejarle hacerlo porque no le podía dejar andar solo por el suelo. En cualquier momento podían aparecer los militares y atacarles o tener que salir corriendo o iniciarse un tiroteo y un niño andando solo era un peligro para él y para la madre. Cuando acabó la guerra el niño tenía más de dos años y no había aprendido a andar.
Ahora el niño tiene 4 años y sigue sin caminar porque parece que existe algún otro problema motriz o neurológico en el niño. Su médico dice que no tienen la tecnología necesaria para diagnosticarle procedentemente su dolencia y a raiz de esto nuestro grupo está intentando traer a Franck a España con la esperanza de poder diagnosticar su dolencia y así saber si tiene cura, tratamiento o no.
Tengo en mi poder el informe médico que nos ha facilitado el neurólogo que ha examinado al niño en Burundi. Además tengo en mi poder fotos y un breve video del niño caminando en el que se puede observar su problema motriz. Todo ello lo tengo disponible para su consulta y estoy asimismo dispuesta para aportar más información o solicitarla a sus padres o sus médicos en Burundi si fuese necesario." Susana Muñoz Hernández, profesora de la Facultad de Informática de la Universidad Politécnica de Madrid, directora del Grupo de Cooperación TEDECO (Tecnología para el DEsarrollo y la Cooperación).
La carta que hablaba de Franck llegó a Infancia Solidaria después de que Susana se recorriera diferentes organismos para que este niño tuviera un futuro mejor.
Entonces durante el mes de julio y continuando con el programa quirúrgico-médico “Sana, sana…” Franck fue aceptado en el Hospital General Universitario Gregorio Marañón de Madrid para hacerle un exhaustivo estudio neurológico de su discapacidad gracias al empeño de Susana y Lola profesoras de la Facultad de Informática de la Universidad Politécnica de Madrid y la Dra. Garzo especialista en neurología del hospital.
Hoy mismo nos deja. Se va a Burundi con un diagnóstico y ejercicios de rehabilitación que mejorará su calidad de vida en África. Con un andador infantil camina recto mientras sonríe y nos pronuncia pequeñas palabras en castellano.
Franck se despide, sujetando en sus manitas un coche de juguete rojo que apenas deja olvidado ni un instante.