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Victoria Subirana (derecha) con una familia del barrio Sukumbasi.
FOTO © Ángel López Soto |
Mi aportación al día Blog Action Day 2012, donde se dedica al poder de la gente que transforma el mundo o lucha en defensa de los que
no tienen voz... #PowerOfWe... quería dedicarlo a la educadora catalana Victoria Subirana, antes conocida como Vicki Sherpa que lleva más de 20 años educando a los niños más pobres de Nepal. Muchos ya están licenciados en la Universidad y han tenido el valor de denunciar la corrupción que existe en su país.
Me apasiona su vida y su valor. La pasión con la que ha dedicado la educación como fuente de cambio. Quieros dejaros aquí una pequeña parte de la entrevista que salió publicada en la revista YO DONA .
¿Cómo conoció Nepal? Por qué decidió hacer los proyectos educativos allí?
Conocí Nepal a través del tibetologo y hermano Ramón Prats D’Alos. El
fue quien me quito la idea de ir a Tibet. Yo quería conocer a los
tibetanos. Sentía una gran empatia hacia ellos. Me dolía ver el
sufrimiento que el gobierno chino estaba causando a los tibetanos a
través de innumerables torturas y por la violación de derechos humanos
fundamentales. Uno de los mayores genocidios de la historia, que ha
tenido lugar a la vista de todos. Ramón me dijo que seria mejor para mi
ir a Nepal y visitar a los tibetanos exiliados que residían en Katmandú.
Decía que, ir a Tibet seria demasiado doloroso porque lo único que
encontraría allí seria los restos del genocidio. Así fue como conocí la
existencia de Nepal por primera vez.
¿Qué recuerda de los inicios? ¿Fue difícil montar la escuela?
Fue muy difícil. Toda una odisea. Creo que se tiene que tener una
voluntad de hierro, una determinación absoluta y una preparación
descomunal para hacer lo que yo hice. Ahora, cuando miro atrás y veo mis
inicios me da vértigo… La verdad es que, me veo a mi misma con
muchísima inocencia. Una inocencia que se me contagio de cuando
trabajaba en el parvulario “Daina” de Ripoll. Creo que, en aquel
parvulario, fundamentado en los principios de Maria Montessori, me
inculcaron unos valores pedagógicos y morales que me sirvieron de base
para salir delante de muchas cosas.
Nepal vive anclado en el pasado. Esta situado entre los años sesenta
del siglo XX y la Edad Media. Los valores que imperan allí, nosotros, a
nivel comunitario y como país, los hemos superado hace cientos de años.
Recuerdo lo mucho que tenia que pelear por obtener cosas que en España
se hacían en media hora. Recuerdo la lentitud, la ineficacia de la
gente. La deslealtad de los funcionarios y de la mayoría de los que se
cruzaban en mi camino. Fue tan difícil obtener los permisos para
empezar! Se tenía que sobornar por todo y a todos. Desde el peón de la
puerta, hasta al jefe de la sección. Nadie trabajaba por un salario. Si
no sobornabas no hacían las cosas.
En la escuela las maestras eran casi analfabetas, pero habían
adoptado un papel de “marquesas de la pedagogía” y se negaban a tratar a
los niños con cariño, con respeto, con bondad. Ellas querían subirse a
un pedestal y enseñar desde allí. En la mayoría de escuelas torturaban a
los niños, y cuando yo prohibía los castigos físicos en mi escuela, les
pegaban a escondidas.
Me sentía muy sola, incomunicada, aislada, era como si hubiera aterrizado en una galaxia desconocida.
Los niños no se entendían entre ellos. Hablaban diferentes lenguas y
procedían de unos ambientes diferentes. Con códigos de conducta que
variaban. Era muy difícil determinar que enseñarles y de que modo. Me di
cuenta de que no podía españolizarles ni europeizarles, pero que, por
desconocimiento de su contexto, tampoco podía enseñarles nada sin antes
aprender sobre ellos. Tuve que pasar de ser maestra a ser estudiante de
sus culturas y comportamientos. Solo cuando yo misma me quite las gafas
de occidente y empecé a verlos y a aceptarlos tal y como eran, comencé a
acercarme de verdad a mi objetivo.
Y para su familia en España, ¿cómo fue cuando les dijo que se marchaba?
Era la época en que la revolución económica junto a la revolución
cultural estaba dando los frutos más jugosos. Yo tuve que luchar con
uñas y carne para salir del estigma social y económico al que Franco me
había destinado por ser pobre, por ser mujer, por ser de un pueblo, y
por pertenecer al circulo de la migración. A pesar de estar trabajando
desde los nueve años, había conseguido burlar mi destino y graduarme en
una universidad. Era la época de colocarse en un buen trabajo y ganar
dinero. El reconocimiento social y económico era la meta de la mayoría
de las chicas de mi edad.
Fue por ese contexto que he descrito, por lo que, me sentí sola e
incomprendida en mi entorno. El concepto de voluntariado o de
“Cooperación Internacional” no estaba de moda. Nadie entendía que dejara
el éxito de trabajar en una buena escuela, la posibilidad de ganar
dinero, la familia y otros lujos de nuestro tiempo, para ir a vivir a un
país donde no había agua, ni luz, ni un triste hospital para operarse
de apendicitis, ni apenas ninguna comodidad. Las únicas personas que me
entendieron y me apoyaron fueron mi hermana Imma y Ramón Prats. Mi madre
me llevo a un psiquiatra porque no soportaba las críticas de la gente
del pueblo que, constantemente le inculcaban que tal vez me hubiera
tomado alguna sustancia que me enajenaba la mente o me producía
alucinaciones. Mi madre sabia que yo nunca he fumado ni me he drogado,
pero, me llevo al psiquiatra para pedirle que me diera alguna medicación
que me pudiera quitar esa extraña idea de la cabeza.
Desde entonces, ¿cuál ha sido su compromiso con los niños nepalíes?
Hace más de veinte años que he adquirido un compromiso con los niños
nepalíes. Sobretodo con los “Intocables” o los “Sin casta’ o “Dalits”
(como los llaman en Nepal) y en general, con todos aquellos niños que,
por sus circunstancias económicas y marginales eran repudiados por la
sociedad. Mi compromiso con los niños nepalíes es un reto que me marque
entonces para educarles en una nueva filosofía pedagógica que he
desarrollado y patentado la “Pedagogía Transformadora”.
Uno de los objetivos de esa pedagogía es el diseñar las mentes de los
niños, para que sean capaces de identificar el origen de los problemas
que les rodeaban y que son los causantes de que permanezcan anclados en
la miseria. Una vez aprendido el habito de identificar han podido
desarrollar estrategias para producir cambios positivos a su alrededor.
Los nepalíes, en su mayoría, están siendo educados para repetir, copiar y
obedecer a sus superiores sin rechistar. Este sistema de aborregamiento
social potenciado en la mayoría de las escuelas, les hace idóneos para
ser ciudadanos de un gobierno que explota a sus súbditos y se aprovecha
de una mayoría de analfabetos, que se tasa en el 80% de la población
actual.
......
Durante unos años Vicky ha dado seminarios sobre Pedagogía transformadora en mi Universidad (UNED) siendo sumamente interesante dicha disciplina: Pedagogía transformadora considera la mente como un elemento
esencial en el aprendizaje, porque de ella dependen muchas de las
destrezas básicas para desarrollar nuestras actividades vitales, tales
como la memoria, la percepción de los sentidos, la concentración, el
equilibrio, el razonamiento, la capacidad de relacionarse, la
comprensión, el raciocinio etc.
En el área de la pedagogía aplicada esta filosofía considera a la
mente en si misma como una asignatura, y la adquisición de la madurez
mental como un proceso y se le dedica el mismo tiempo que a otras
asignaturas importantes del currículo. Teniendo en cuenta que la
maduración mental es un aprendizaje que deberían adquirir todos los
seres humanos, sin exclusión de ningún tipo, este método es una
herramienta aplicable a cualquier individuo, de cualquier edad, en
cualquier país el mundo, sin ningún tipo de discriminación.
Esperemos que este año tengamos más seminarios de Vicky en España.
Os dejo el trailer de la película de Icíar Bollaín inspirada en Vicki Sherpa: Katmandú, un espejo en el cielo.