lunes, octubre 15, 2012

Blog Action Day: El poder de la educación.

Victoria Subirana (derecha) con una familia del barrio Sukumbasi.
FOTO  ©  Ángel López Soto

Mi aportación al día Blog Action Day 2012, donde se dedica al poder de la gente que transforma el mundo o lucha en defensa de los que no tienen voz... #PowerOfWe... quería dedicarlo a la educadora catalana Victoria Subirana, antes conocida como Vicki Sherpa que lleva más de 20 años educando a los niños más pobres de Nepal. Muchos ya están licenciados en la Universidad y han tenido el valor de denunciar la corrupción que existe en su país.
Me apasiona su vida y su valor. La pasión con la que ha dedicado la educación como fuente de cambio. Quieros dejaros aquí una pequeña parte de la entrevista que salió publicada en la revista YO DONA .

¿Cómo conoció Nepal? Por qué decidió hacer los proyectos educativos allí?

Conocí Nepal a través del tibetologo y hermano Ramón Prats D’Alos. El fue quien me quito la idea de ir a Tibet. Yo quería conocer a los tibetanos. Sentía una gran empatia hacia ellos. Me dolía ver el sufrimiento que el gobierno chino estaba causando a los tibetanos a través de innumerables torturas y por la violación de derechos humanos fundamentales. Uno de los mayores genocidios de la historia, que ha tenido lugar a la vista de todos. Ramón me dijo que seria mejor para mi ir a Nepal y visitar a los tibetanos exiliados que residían en Katmandú. Decía que, ir a Tibet seria demasiado doloroso porque lo único que encontraría allí seria los restos del genocidio. Así fue como conocí la existencia de Nepal por primera vez.

¿Qué recuerda de los inicios? ¿Fue difícil montar la escuela? 

Fue muy difícil. Toda una odisea. Creo que se tiene que tener una voluntad de hierro, una determinación absoluta y una preparación descomunal para hacer lo que yo hice. Ahora, cuando miro atrás y veo mis inicios me da vértigo… La verdad es que, me veo a mi misma con muchísima inocencia. Una inocencia que se me contagio de cuando trabajaba en el parvulario “Daina” de Ripoll. Creo que, en aquel parvulario, fundamentado en los principios de Maria Montessori, me inculcaron unos valores pedagógicos y morales que me sirvieron de base para salir delante de muchas cosas.

Nepal vive anclado en el pasado. Esta situado entre los años sesenta del siglo XX y la Edad Media. Los valores que imperan allí, nosotros, a nivel comunitario y como país, los hemos superado hace cientos de años. Recuerdo lo mucho que tenia que pelear por obtener cosas que en España se hacían en media hora. Recuerdo la lentitud, la ineficacia de la gente. La deslealtad de los funcionarios y de la mayoría de los que se cruzaban en mi camino. Fue tan difícil obtener los permisos para empezar! Se tenía que sobornar por todo y a todos. Desde el peón de la puerta, hasta al jefe de la sección. Nadie trabajaba por un salario. Si no sobornabas no hacían las cosas.
En la escuela las maestras eran casi analfabetas, pero habían adoptado un papel de “marquesas de la pedagogía” y se negaban a tratar a los niños con cariño, con respeto, con bondad. Ellas querían subirse a un pedestal y enseñar desde allí. En la mayoría de escuelas torturaban a los niños, y cuando yo prohibía los castigos físicos en mi escuela, les pegaban a escondidas.
Me sentía muy sola, incomunicada, aislada, era como si hubiera aterrizado en una galaxia desconocida.
Los niños no se entendían entre ellos. Hablaban diferentes lenguas y procedían de unos ambientes diferentes. Con códigos de conducta que variaban. Era muy difícil determinar que enseñarles y de que modo. Me di cuenta de que no podía españolizarles ni europeizarles, pero que, por desconocimiento de su contexto, tampoco podía enseñarles nada sin antes aprender sobre ellos. Tuve que pasar de ser maestra a ser estudiante de sus culturas y comportamientos. Solo cuando yo misma me quite las gafas de occidente y empecé a verlos y a aceptarlos tal y como eran, comencé a acercarme de verdad a mi objetivo.
 Y para su familia en España, ¿cómo fue cuando les dijo que se marchaba?
Era la época en que la revolución económica junto a la revolución cultural estaba dando los frutos más jugosos. Yo tuve que luchar con uñas y carne para salir del estigma social y económico al que Franco me había destinado por ser pobre, por ser mujer, por ser de un pueblo, y por pertenecer al circulo de la migración. A pesar de estar trabajando desde los nueve años, había conseguido burlar mi destino y graduarme en una universidad. Era la época de colocarse en un buen trabajo y ganar dinero. El reconocimiento social y económico era la meta de la mayoría de las chicas de mi edad.
Fue por ese contexto que he descrito, por lo que, me sentí sola e incomprendida en mi entorno. El concepto de voluntariado o de “Cooperación Internacional” no estaba de moda. Nadie entendía que dejara el éxito de trabajar en una buena escuela, la posibilidad de ganar dinero, la familia y otros lujos de nuestro tiempo, para ir a vivir a un país donde no había agua, ni luz, ni un triste hospital para operarse de apendicitis, ni apenas ninguna comodidad. Las únicas personas que me entendieron y me apoyaron fueron mi hermana Imma y Ramón Prats. Mi madre me llevo a un psiquiatra porque no soportaba las críticas de la gente del pueblo que, constantemente le inculcaban que tal vez me hubiera tomado alguna sustancia que me enajenaba la mente o me producía alucinaciones. Mi madre sabia que yo nunca he fumado ni me he drogado, pero, me llevo al psiquiatra para pedirle que me diera alguna medicación que me pudiera quitar esa extraña idea de la cabeza.

Desde entonces, ¿cuál ha sido su compromiso con los niños nepalíes? 

Hace más de veinte años que he adquirido un compromiso con los niños nepalíes. Sobretodo con los “Intocables” o los “Sin casta’ o “Dalits” (como los llaman en Nepal) y en general, con todos aquellos niños que, por sus circunstancias económicas y marginales eran repudiados por la sociedad. Mi compromiso con los niños nepalíes es un reto que me marque entonces para educarles en una nueva filosofía pedagógica que he desarrollado y patentado la “Pedagogía Transformadora”.

Uno de los objetivos de esa pedagogía es el diseñar las mentes de los niños, para que sean capaces de identificar el origen de los problemas que les rodeaban y que son los causantes de que permanezcan anclados en la miseria. Una vez aprendido el habito de identificar han podido desarrollar estrategias para producir cambios positivos a su alrededor. Los nepalíes, en su mayoría, están siendo educados para repetir, copiar y obedecer a sus superiores sin rechistar. Este sistema de aborregamiento social potenciado en la mayoría de las escuelas, les hace idóneos para ser ciudadanos de un gobierno que explota a sus súbditos y se aprovecha de una mayoría de analfabetos, que se tasa en el 80% de la población actual.
Una clase de Daleki School.
FOTO  ©  Ángel López Soto

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Durante unos años Vicky ha dado seminarios sobre Pedagogía transformadora en mi Universidad (UNED) siendo sumamente interesante dicha disciplina: Pedagogía transformadora considera la mente como un elemento esencial en el aprendizaje, porque de ella dependen muchas de las destrezas básicas para desarrollar nuestras actividades vitales, tales como la memoria, la percepción de los sentidos, la concentración, el equilibrio, el razonamiento, la capacidad de relacionarse, la comprensión, el raciocinio etc.
En el área de la pedagogía aplicada esta filosofía considera a la mente en si misma como una asignatura, y la adquisición de la madurez mental como un proceso y se le dedica el mismo tiempo que a otras asignaturas importantes del currículo. Teniendo en cuenta que la maduración mental es un aprendizaje que deberían adquirir todos los seres humanos, sin exclusión de ningún tipo, este método es una herramienta aplicable a cualquier individuo, de cualquier edad, en cualquier país el mundo, sin ningún tipo de discriminación.
Esperemos que este año tengamos más seminarios de Vicky en España.

Os dejo el trailer de la película de Icíar Bollaín inspirada en Vicki Sherpa: Katmandú, un espejo en el cielo.

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