jueves, agosto 12, 2010

Lápices para la Paz en Bolivia.

Cuando Evacolor nos donó más de quince mil lápices y diverso material escolar no me lo pensé mucho. Esta vez actuaríamos en mi ciudad, Madrid, a escasos 14 kilómetros de la Puerta de Sol emerge un micromundo invisibilizado repleto de chabolas, miseria, y droga: la Cañada Real Galiana y El Gallinero.

Allí llevamos el pasado junio como sabéis todo un cargamento de material escolar y tuvimos la suerte de conocer a Paco, voluntario de la Parroquia Santo Domingo de la Calzada. Un hombre generoso como pocos, protector de todos los niños y niñas que malviven entre las ratas.

Es curioso cómo a veces podemos llegar actuar sin apenas darnos cuenta. Como si de un verdadero efecto mariposa se tratase: una
pequeña acción inicial, mediante un proceso de amplificación, podrá generar un efecto considerablemente grande, o el famoso: " El aleteo de las alas de una mariposa pueden provocar un Tsunami al otro lado del mundo" .

Y es que en ésta historia aparece José Manuel Gómez profesor madrileño que iba hacer este verano un viaje a Bolivia para trabajar con profesores de allí e impartir algunos talleres a niños en la ciudad de la Paz y el Alto.
Como llevamos tanto material escolar, José Manuel, amigo de Paco curiosamente, se llevó muchos, muchos lapiceros para los niños y niñas bolivianos.
Hoy acabo de recibir esta carta y quisiera compartirlo con vosotros….

"Gracias a un amigo común, Francisco Pascual, hemos podido colaborar con "Lápices para la Paz" en este viaje a Bolivia repartiendo material escolar a niños de las ciudades de La Paz (en Villa San Antonio Bajo) y El Alto (en el Kenko). Muchos de estos niños son hijos de inmigrantes que abandonaron el campo o las minas de cobre, plata o wolframio, para buscar más oportunidades de mejorar su vida en la ciudad. Estas ciudades han crecido de forma descontrolada en las últimas décadas y tienen muchas dificultades para ofrecer servicios básicos de vivienda, educación o salud a gran parte de la población. Las mujeres y los niños son quienes más sufren esas carencias.

Los niños que hemos conocido en este viaje pertenecen a familias numerosas en las que el hijo o la hija mayor ha de hacerse cargo de los menores, de los que apenas les separa uno o dos años de edad, tomando responsabilidades propias de un adulto con apenas 7 u 8 años. Estos niños o bien dejan de estudiar o lo hacen con mucha dificultad porque después del colegio tienen que seguir trabajando solos o con sus padres. Los trabajos que realizan son duros y mal pagados, aunque necesarios para las familias, y consisten en lustrar zapatos por las calles de la ciudad, repartir propaganda o vender los productos más diversos, desde dulces a material de papelería, frutas o refrescos.
Son también los voceadores de las rutas que siguen las furgonetas de transporte público por toda la ciudad, cobrando los pasajes, plegando y desplegando los asientos para que los ocupen los viajeros, abriendo y cerrando la pesada puerta de la furgoneta cientos de veces al día. No están bien alimentados, por lo que muchas instituciones educativas que trabajan en la ciudad incluyen en sus programas de formación desayunos o almuerzos, siempre que los escasos recursos se lo permiten. Así tratan de asegurar un aporte mínimo de alimento diario para el niño, aunque no es suficiente.
Estos niños suelen ser muy tímidos cuando no te conocen, te hablan en un susurro y esquivan la mirada, pero después de tratar con ellos, te muestran en seguida todo su cariño. La alegría con la que nos reciben y la generosidad con la que comparten con nosotros lo que tienen nos demuestra no sólo que otro mundo es posible, sino que es real: está aquí y se encuentra en ellos mismos. Solo hay que dejarlo crecer. Esa certeza es la que los niños nos regalan en este viaje y es lo que procuraremos, con su ayuda, no olvidar jamás."

7 comentarios:

Mercè Salomó dijo...

¡Cuánto me alegro que Lápices haya llegado hasta Bolívia!

Vi, en La Paz, a niños limpiabotas, que se cubrían la cara con pasamontañas para no ser reconocidos.
Y también a los "voceros", subidos en las "vanettes" con la puerta abierta y el cuerpo al exterior gritando el destino: "Oruro, Oruro, Orurooooooo"

Un abrazo!

PS. No funciona el enlace hacia "El Poder de la Gente".

Mercè Salomó dijo...

He podido votar!!

Besazos!!

Gem@ dijo...

Relatos como este hacen ver que vale la pena seguir realizando esta labor.
Saludos cordiales.

José dijo...

Gracias a "Lápices para la paz", a Paco,a la gente del Gallinero y a Raquel por hacer posible la cita que en esta misma web podemos leer:

"Son cosas chiquitas. No acaban con la pobreza, no nos sacan del subdesarrollo,(...)no expropian las cuevas de Alí Babá. Pero quizá desencadenen la alegría de hacer, y la traduzcan en actos. Y al fin y al cabo, actuar sobre la realidad y cambiarla, aunque sea un poquito, es la única manera de probar que la realidad es transformable."

(Eduardo Galeano).

Ánimo y a por más.

Observador dijo...

Este es un ejemplo de grano a grano se convierte y en granero y para est@s niñ@s puede ser el empujón para cambiar las cosas y salir adelante con un futuro mas claro. Gracias a Lápices, a la gente de la Cañada y a los voluntarios que llevaron la alegría a est@s niñ@s. Por que otro mundo es posible.

Lola Mariné dijo...

Enhorabuena.
Tiene que ser una gran satisfacción ver el esfuerzo recompensado de esta manera.
BEsos.

Anónimo dijo...

Espero que los lapices sigan recorriendo el mundo y dibujando sonrisas en quienes los tengan en su mano, para que puedan pintar un mundo mejor y más feliz .Mª José