miércoles, agosto 04, 2010

Cementerio global.

La única carretera que se dirigía a Dakar estaba atestada.
El conductor de repente salió de ésta para evitar tanto tráfico y se introdujo de lleno en un paupérrimo poblado sin asfaltar. Recorrimos sus caminos, sus casas y sus vertederos.
Y fue en éste inmenso basurero cuando contemplé el primer mundo en un triste sinónimo de deshechos a modo de ropa de cuarta o quinta mano, neumáticos reventados, ordenadores de hace quince años, televisores…
Dice la ONU que cada año generamos cuarenta millones de toneladas de basura electrónica. Y todo acaba en el Tercer Mundo, en gigantescos basureros tóxicos.
Hay muchos, y no sólo en Senegal. En Ghana está Agbogbloshie y éstas son sus imágenes y su historia.


*Fotos de Andrew Mcconnell


Foto de Álvaro Ybarra Zavala.
Trabajar de sol a sol para recoger un kilo de cobre y ganar un euro al día. Así es la vida de los niños que deambulan por el basurero. Y aún puede ser peor: si el kilo es de aluminio, acero o latón no reciben ni cincuenta céntimos de euro. Tras la estela de China, India, Pakistán, Nigeria o Indonesia, Ghana es el nuevo refugio de la basura electrónica.

Agbogbloshie se ha convertido en un nuevo cementerio para millones de ordenadores, televisores, impresoras o teléfonos móviles que llegan a Ghana desde Europa y Estados Unidos.

El gran fotoperiodista Álvaro Ybarra Zavala viajó al gran cementerio del llamado primer mundo: Móviles, ordenadores, impresoras, televisores... Todo acaba en el Tercer Mundo, en gigantescos basureros tóxicos como éste de Agbogbloshie, en Ghana.

Agbogbloshie es un microcosmos dentro de Ghana. El viejo río Densu, que lo atraviesa, destila muerte y desprende olores nauseabundos. Este barrio marginal, al que se puede llegar a pie desde el centro de Accra, la capital, se ha convertido en un nuevo cementerio para los millones de ordenadores, televisores, impresoras y teléfonos móviles que llegan, sin control y seriamente dañados, desde Europa y Estados Unidos, cruzando las porosas fronteras de este país del oeste africano. «Este lugar es como el fin del mundo. Todo es tóxico y está contaminado: el suelo, la tierra, el aire y el agua.» Mike Anane repite una y otra vez esta consigna. Es un activista local que lleva más de siete años denunciando las consecuencias medioambientales y sanitarias que provoca la acumulación en el barrio de toneladas de basura electrónica (en inglés, e-waste). Según sus propios cálculos, unas tres mil personas trabajan a diario en el vertedero; en su mayoría, niños. «La salud de los chavales está en serio peligro porque se exponen cada día a materiales tóxicos como el plomo o el cadmio, que se acumulan en el cuerpo, afectan al sistema nervioso y provocan, con el tiempo, enfermedades respiratorias y cancerígenasSigue leyendo...

2 comentarios:

Tropiezos y trapecios dijo...

Joder es terrible... «Sé que el humo que respiramos –confiesa con la resignación propia de un adulto– es muy dañino, contamina la sangre, pero necesitamos el dinero.»

No tengo palabras, gracias por seguir abriendo los ojos.

Ehse

Alicia Mora dijo...

Gracias Ehse..
Contemplar esos basureros y ver cómo los niños se disputan los desperdicios con cerdos y buitres es una imagen que no se olvida jamás...