viernes, julio 16, 2010

Los niños perdidos de Senegal.

*Niño de la calle. Senegal, julio 2010. Foto A.Mora.
En Senegal, soy una "toubab" una (blanca) más. No dejo de ver niños de la calle por todo el país. Son los llamados talibé, que hace referencia a un joven de entre 3 y 15 años, que aprende el Corán con un maestro, el marabú. Sin embargo, actualmente, el término casi se ha convertido en sinónimo de niño de la calle, abandonados por sus padres al no poderlos mantener.
Según estadísticas de la ONG 'Tostan', hay unos 300.000 niños senegales de la calle. Sin futuro, totalmente perdidos y expuestos a multitud de enfermedades.
Van siempre con un cubo, recipiente o lata oxidada para que alguien le de comida y ahora, más prioritario, dinero: suele ser un mínimo diario de 500 francos CFA (1 dólar) siguiendo las consignas del maestro pues se tienen que pagar sus estudios coránicos. En Senegal un 95% son musulmanes.
*Niños senegales obligados a mendigar. Foto A. Mora.
Vagabundean durante todo el día para dedicarse a la mendicidad, en beneficio de sus maestros, que les obligan a ingresar esa cantidad fija de dinero. Mi guía me dice que en teoría esta cantidad de dinero permite cobrar los gastos alimentarios para la subsistencia del alumno, pero en realidad esa suma va al bolsillo del maestro.
No puedo evitar pensar en voz alta que son generaciones y generaciones perdidas en un país que navega a la deriva y que el único futuro que muchos jóvenes se plantean es arriesgar sus vidas en pateras que salen por toda la costa de Senegal.

Los he visto en Dakar, en zonas rurales, en playas turísticas. No es fácil contemplarlos si te pones las gafas de la cruda realidad. Para muchos son invisibles. Los guardas de seguridad de los hoteles los espantan como a perros, tirándoles piedras. Es una costumbre que ya no me sorprende. Ya he visto cómo les llovía piedras a los niños y niñas pobres de Egipto o cómo los policías hindúes persuadían a palazos para que los pequeños no molestaran a los que iban a comer al McDonald's.

En Senegal estos niños suelen ir en grupo. Tienen su propia jerarquía: el mayor es el que se impone a los más pequeños y el único objeto de valor que poseen es el cubo que sujetan a todas horas y durante todos los días del año.
Ellos nos demandan monedas, desesperados y hambrientos. Tienen la mirada dura, de adulto, que ha vivido cien años. Muchos medios de comunicación locales dicen que frecuentemente se han dado casos de malos tratos y de torturas por parte de algunos maestros.
Aquí en las calles de Dakar y por cualquier zona de este país Dickens tendría su particular Oliver Twist.


*De momento las niñas de escasos recursos se quedan en casa cuidando del hogar, de sus hermanos pequeños y no reciben ningún tipo de educación. Las tasas de analfabetismo están en 48,9% en los hombres y un 70,8% en las mujeres. Foto A.Mora.

Me acerco a ellos, me enseñan su cubo. A pesar de su condición no olvidan una sonrisa y la calidez con el extranjero. Senegal es un pueblo amable, tolerante y cercano. Les doy chocolate en crema, mermeladas y cómo no lápices que los más pequeños comienzan a devorar el borrador que está en el extremo. Los mayores utilizan el lápiz como cuchara para poder comer el dulce tesoro que contiene los envases.
Es dolorosamente urgente que se produzca una verdadera revolución educativa en este país. Es algo más que un simple lápiz. Se necesita comenzar a construir los cimientos para recuperar a todos estos niños perdidos con sistemas de protección del menor y sensibilizar a líderes religiosos del país. Pero de momento donde las autoridades son conocedores de esta realidad, siguen callando y mirando hacia otro lado, mientras que esta situación no produzca demasiado ruido.

5 comentarios:

Mercè Salomó dijo...

Al final de nuestra estancia en Senegal vimos en Kafountine, cómo construían grandes barcazas (pateras) con las que soñaban poder embarcarse y arribar hasta Europa.
Después de ver de cerca la pobreza, comprendimos por qué arriesgaban sus vidas en la travesía. Creo que yo, de vivir ahí, también hubiera querido embarcarme.

Un besazo, Alicia!

Alicia Mora dijo...

Totaltmente de acuerdo...Cuando ves a un niño devorar la goma de un lápiz es fácil imaginarle de mayor subido en una patera por un mundo más justo...

Observador dijo...

Cuando vives esta pobreza y la realidad del día es para correr no es de extrañar que quieras cambiar tu vida para mejor en el caso senegales, casi sin educación y con bajos sueldos y una corrupción galopante, aunque sea en un calluco jugándote la vida para ser ilegal en Europa.
Triste realidad que olvidamos y que sólo sale en los medios por estas fechas estivales.

June dijo...

Pero además, por lo que conozco, quienes vienen en el cayuco son los más preparados, los que no se encontraban ni mucho menos en la miseria. Tengo un amigo, Omar, que pudo ir algo a la universidad, pudo regentar una panadería, y aún así se sintió impelido a venir. Aquí está no sólo irregular sino con una orden de expulsión. Pienso que si estos que vemos en el top-manta son de los afortunados y no se plantean volver, imaginemos cómo están los que se quedan...

Anónimo dijo...

¿ Quienes son los responsables?