domingo, abril 11, 2010

Said.

*De izquierda a derecha, Said junto a Sergio nuestro guía y traductor.
Said, dueño de una pequeña tienda de material escolar en el campo de Shatila sabe que no puede abrir otro comercio fuera de los límites que ha establecido las autoridades libanesas. También conoce que no puede trabajar fuera del campo y que sus derechos están vetados.
La familia de Said y él mismo salvaron sus vidas de milagro en la masacre que se perpetró una madrugada del jueves 18 de septiembre de 1982 en Sabra y Shatilla por la Falange Cristiana de Elie Hobeika, milicia libanesa que operó bajo la supervisión directa del Ejército de Israel y con su apoyo logístico. Fue una matanza contra gente indefensa, fue una masacre, un exterminio.

Mientras helicópteros israelíes lanzaban luces de bengala para facilitar la visión, los falangistas entraron en Sabra y Shatila. Durante casi tres días asesinaron sistemáticamente a cientos de refugiados. Cercados, encerrados, nadie pudo huir de la muerte. Afortunadamente la familia de Said estaba fuera del campo, salvo padre de Said que cuando escapaba de la muerte fue apuntado con un arma en la nuca. Era un falangista, que mientras sostenía el arma en su cabeza le pidió dinero como peaje para conservar su vida. Así se salvó.
*Foto portada Times, 1982.

Said lo relata tranquilo, con la mirada baja. Pude contemplar sus ojos, parecía que hablaba de la masacre como si hubiera sido ayer mismo. Recuerda las muertes de inocentes, colocados por orden en las paredes de las calles para posteriormente ser fusilados. Recuerda pérdidas de vida de niños, ancianos, mujeres. El Ejército Israelí fue cómplice pues no sólo dio las armas, sino que mantuvo en esas 36 horas de sangre y locura, el suministro de las municiones.

Según relata Robert Fisk en "La gran guerra por la civilización", esta matanza curiosamente no aparece en la lista de la Associated Pres de los mayores “ataques entre israelíes y palestinos”. Pero la comisión de investigación israelí Kahan, que acusaba a directamente a Sharon de “responsable directo” de los asesinatos, señaló que a lo largo de 36 horas, los soldados israelíes que había alrededor de los campamentos fueron testigos de algunos de esos asesinatos cometidos por falangistas libaneses, sin hacer absolutamente nada por impedirlo. Entre 800 y 3.000 palestinos, según diversas fuentes, fueron asesinados.

La memoria colectiva permanecerá por las calles de Shatila, en las casas, en las reuniones familiares, en los colegios. Está expresamente prohibido olvidar y es que ante actos tan cobardes e infames como lo que sucedió en los campos de refugiados se hace insoportable precisamente eso, abandonar, postergar, ignorar la memoria histórica de un pueblo que resiste al paso del tiempo a ciento de injusticias y al olvido internacional.
Quizás es la memoria o quizás sea la propia naturaleza de Said, porque ha desarrollado un importante compromiso con la infancia y la educación. Como ya nos comentó la directora del colegio Ramalla, es voluntario en una ONG llamada PARD donde se encargaba del mantenimiento de los equipos informáticos, así como colaborar con la Asociación Nadjeh, en la escuela y también lo que haga falta en el campamento de refugiados.
Nos hizo entrega de pósters visuales, carpetas y más juegos educativos para los más pequeños sin pagar un euro. Nos ayudó en el traslado del material escolar para la escuela y nos acompañó en todo momento.
Pregunté por la película de Folman director de Vals con Bashir, que precisamente fue uno de aquellos militares que observaron lo que la ONU calificó de 'genocidio'.
Premiado con un Globo de Oro y nominado a los Oscar, está basado en la invasión israelí del Líbano, en 1982 y habla de la masacre perpetrada en Sabra y Shatilla. Nos comentan que está prohibida en Líbano ya que según la ley actual, es ilegal importar o visionar películas israelíes. Pero que esta prohibición no ha impedido que la película sea vista en muchos hogares libaneses, entre otras cosas por las descargas en Internet.
También la película ha sido proyectada en Beirut en concreto en la sede de UMAM, una organización para la recuperación de la memoria histórica cuya sede se encuentra en Dahiyeh, los suburbios chiíes de la capital y principal feudo de Hizbulá. Al pase fué privado.
Afortunadamente, la película es muy conocida para toda la sociedad palestina y libanesa y por muchas prohibiciones que existan, jamás se podrá ocultar la verdad, ya que cómo dijo Bacon, la verdad es hija del tiempo, no de la autoridad.

3 comentarios:

Observador dijo...

Como bien dices “está expresamente prohibido olvidar” la memoria de un pueblo hará que no se vuelvan a repetir los errores y los horrores de una masacre como, la que aconteció en los campos de Sabra y Shatila, por desgracia la memoria es selectiva y para los instigadores el olvido es inmediato y por eso este genocidio no aparece como causada por israelíes sino por libaneses, eso y el poder del dinero que casi todo lo enfanga.
Por suerte están los testigos para que el mundo se entere y conozca una realidad como la que viven los palestinos en estos campos de hacinamiento.
Buena película para ilustrar este post.Besos

Mariam dijo...

Esta entrada como me recuerda el no-juzgado a los genocidas de los campos de Sabra y Chatila con lo que pasó en este país, España durante la postguerra civil.
La muerte de gente inocente por su ideas, el paseíllo nocturno, los cuerpos en las cunetas y los que quieren ahora sacar a la luz a los asesinos se ven juzgados e impotentes por la falange española. Un pueblo que olvida está condenado a repetir su historia y sus mismo errores.

M.Madrid dijo...

Antes de despedir el dia vuelvo a este blog que me ha impactado y me encuentro una historia de las de hacer pensar en no repetir los horrores y de la injusticia para los palestinos herederos de esta desgracia,pero la historia y el mundo les juzgara a los asesinos.