miércoles, abril 29, 2009

La otra pandemia.

Viñeta hoy en la Voz de Galicia.

La otra pandemia tiene ceguera crónica. Lleva años protagonizando enormes listas de muertos en ese otro mundo invisible e intangible que de vez en cuando sale por navidades después de anuncios de turrones y loterías. Hoy Pinto&Chinto no lo ha podido expresar mejor.
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miércoles, abril 22, 2009

La cocina solar.

Cocina solar en la misión de las Salesianas, Zway, Etiopía. Foto A.Mora.
Hoy 22 de abril se celebra el nacimiento del movimiento ambientalista moderno. Comenzó en 1970 cuando 20 millones de norteamericanos tomaron las calles, los parques y los auditorios para manifestarse por un ambiente saludable y sustentable. Y no he dejado de pensar con un sonrisa, en las cocinas solares que las Sisters tenían en el patio de la misión. Se habla que sería estupendo que como dicen, una forma de proteger al planeta en el Día de la Tierra es sembrando un árbol. Y ahora os contaré cómo estas mujeres, ataviadas con sus hábitos están a punto de comenzar un pequeño y grandioso acto de inteligencia por nuestro planeta.

Un domingo vinieron a la misión un grupo de mujeres de los poblados para conocer las cocinas solares que tienen las Sisters. Se trata de parabólicas que capturan la energía solar y la concentran en un punto que actúa de “fogón” en el que se puede cocinar cualquier tipo de plato. En la misión se ha empezado a utilizar, sobre todo, para calentar el agua con el que se prepara la fafa, (pasta multiproteínica). El ahorro de leña es impresionante y es una de las soluciones como dijo Sister Elisa para acabar de una vez por la tala de árboles que ha sufrido esta zona de Etiopía.
Según un estudio de las Naciones Unidas, casi todos los bosques de Etiopía fueron destruidos en los últimos 40 años. Actualmente menos del 3% de la superficie total del país está cubierta por árboles, en comparación con el 40% de hace un siglo, y el 16% de principios de los años 50, lo que hace temer que sobrevenga un desastre ambiental inminente en este país, sitio de origen del café y una de las regiones claves de la biodiversidad mundial, hoy con extensas superficies expuestas a altos niveles de erosión del suelo.
La causa primaria de deforestación --con una tasa estimada en 200.000 hectáreas por año-- ha sido la tala extensiva de bosques para actividades agrícolas orientadas a la exportación y para sobrepastoreo, y también la explotación comercial de los bosques para obtener leña y materiales de construcción.
*Foto Sister Jo explicando la cocina solar. Foto A.Mora.
Lo cierto es que no existe una verdadera política medioambiental en Etiopía y es desolador ver cómo el desierto aumenta año tras año.
El costo de una cocina solar está entre los 200 y 300 € y las Sisters quieren que éstas lleguen gratuitamente a los más pobres de Zway a cambio eso sí, de un firme compromiso de plantar de cuatro a cinco árboles frutales. La idea es maravillosa y alentadora. El grupo de mujeres contemplaba con gran expectación cómo el tronco de leña se quemaba por el efecto de sol.
*Preparando los ingredientes para la cocina solar. Foto A.Mora.
Todas emitieron un sonido de sorpresa mientras Sister Jo explicaba el funcionamiento de la cocina, de cómo el efecto del sol podía evitar cortar leña y carrear con ella en la espalda desde kilómetros de distancia. Después la cocinera preparó un suculento plato a la vista de todos para seguir con la demostración de esta estupenda y ecológica forma de guisar. Muchas querían ya tener en sus poblados la cocina. Quizás asistimos al comienzo de un pequeño paso para que los árboles recuperen el protagonismo que les fue arrebatado.

*Vídeo: Nuestra casa.

martes, abril 14, 2009

Escuela Edo Gojola.

*Niñas de la escuela Edo Gojola, Etiopía. Foto A.Mora.

Estábamos preparados para llevar el material escolar a dos de estas escuelas alejadas del mundo y la civilización. El Ministro de educación de Zway se presentó en la misión junto con un funcionario para supervisar la entrega y para esto tuvimos que realizar un inventario de todas las cosas que íbamos a donar.
También con este acompañamiento se encargaban de que todo el material estuviese seguro bajo llave para que nadie pudiera llevárselo y venderlo.
Y así tres personas delante del coche y nosotros cuatro detrás junto con todo el material en la parte superior y detrás nuestra íbamos tan contentos a la primera escuela de Lápices para la Paz: Edo Gojola que se encontraba a más de quince kilómetros, en pleno desierto sin apenas carreteras ni caminos rurales.

Llegar a la escuela resultó más complicado de lo que esperábamos. Debido a la sequía se formaban constantes remolinos de tierra que se introducían en el coche con total impunidad, salpicándonos de arena hasta arriba. Al cerrar las ventanas, pudimos ver cómo llovía tierra y polvo. Una tempestad naranja que nos envolvía y apenas se distinguía el camino.
El conductor de la misión estaba familiarizado con la ruta porque no dudaba ni un segundo en elegir uno u otro sendero invisible, bordeando grietas de un reciente movimiento de tierra, esquivando piedras, maleza, árboles secos.

Pudimos distinguir unas viviendas rurales que son conocidas generalmente como tukuls. La mayoría de éstas, las paredes de las casitas están cubiertas con una mezcla de paja y arcilla.
Los niños al ver el coche salían corriendo detrás nuestra. Eran apenas bebés de dos años, totalmente autónomos, cubiertos de suciedad y semidesnudos. Gritaban con una sonrisa de oreja a oreja y nosotros saludábamos con las manos. Es un gesto universal que respondían estos pequeños con sus manitas mientras correteaban por la tierra con sus pies desnudos. Sus caras eran de auténtica felicidad. Junto a ellos se les añadían perros de todos los colores, ladrándonos a nuestro paso defendiendo su territorio.

Cuando llegamos a Edo Gojola el coche no podía llegar a la escuela. Unos matorrales nos lo impedían. Me pregunté por un momento cuanto tiempo hacía que un coche no venía a esta parte de Etiopía.
*Foto escuela Edo Gojola.

La novedad de nuestra visita corrió como la pólvora. En cuestión de minutos vino casi todo el poblado a vernos y a saber qué traíamos en el coche.

Cuando se consiguió que el coche llegara junto a la escuela rural por fin pude observarla detenidamente. Unas enormes cruces estaban pintadas en las ventanas. La única estructura de ladrillo en kilómetros. Saludamos a los lugareños y enseguida salieron los profesores. Entonces pregunté por el director y me presentaron a un hombre maduro de unos cincuenta años, con pantalones y camisa raída con grandes agujeros en la tela. Sus zapatos estaban resistiendo audazmente el paso del tiempo y su aspecto no difería en absoluto de cualquier mendigo de una ciudad occidental.

Me quedé algo impresionada y le tendí mi mano. Su tacto era lija y fui recibida con una amplia sonrisa que dejaba entrever su escasa dentadura y unos ojos cargados de historia.

El director nos presentó a los profesores y después comenzamos a descargar todo el material y a montar la estantería para poner todos los libros. En un espacio mínimo pusimos la estantería y tuvimos casi una treintena de hombres mirando nuestra labor.
*Alumno sonriente de la escuela rural. Foto A Mora.
Al visitar las aulas dimos un cuaderno y un bolígrafo en mano a cada alumno y alumna de la escuela. Sus rostros estaban atónitos y boquiabiertos.

Contemplando a estos niños recordé una encuesta dirigida de UNICEF, donde sirvió como evidente recordatorio de que más de 7,8 millones de menores etíopes -de los que 4 millones eran niñas- no recibían educación.
La razón más importante para no asistir a la escuela (la que dio el 69%) fue que los progenitores no podían pagar la matrícula escolar. A eso se añadía la falta de materiales escolares, la segunda razón más importante dada por el 29%; las familias no podían comprar los artículos básicos como uniformes, libros, lápices y papel
.
Otros obstáculos que se observaron en la encuesta fueron que los niños y niñas permanecían en sus casas para trabajar (18%) y para llevar agua (8%); y que tenían que recorrer un largo camino andando (13%) o no había nadie que les acompañase a la escuela (7%).
*Alumnos de Edo Gojola. Foto A.Mora.

Ya nos lo repetía los profesores en esos momentos: algunos de los menores acudían a sus aulas y poco después se iban corriendo a sus casas para sacar a los animales. Muchos niños y niñas de los colegios rurales sólo pueden ir a clase por turnos debido a que tienen que atender las tareas del campo y llevar a las vacas a pastar. La mayoría caminaban más de diez kilómetros para acudir a sus aulas. Antes de que las Salesianas construyeran estas escuelas que después cedieron al Gobierno etíope para su gestión caminaban más de quince kilómetros.

Según parece el gobierno de Etiopía ha prometido conseguir antes de 2015 como uno de los Objetivos de Desarrollo del Milenio una enseñanza primaria gratuita para todos.

Pero observando la nada más absoluta en estas aulas se hace harto difícil pensar en ese objetivo que suena a acto de fe. Nuestra primera escuela había pupitres solitarios, muy pocos alumnos. Y los que se encontraban sentados se les notaba cansados, algunos estaban descalzos y sujetaban bolígrafos rotos con cuadernos tan gastados y tan sucios de tierra que apenas se podía leer algo.

Dejamos más de 400 libros, material didáctico, pósters visuales de anatomía y mapas políticos, material de escritura, cuadernos…. y observando todo colocado en la estantería me pregunté lo poco que parecía en este colegio tan paupérrimo y tan necesitado.

miércoles, abril 08, 2009

Una simple nota.

*Madre e hijos llegaron tarde para el dispensario médico de la misión salesiana. Foto A mora.
Vino recorriendo kilómetros. Quería ir al dispensario médico de la misión que se encontraba en esos momentos cerrado. La madre sólo nos enseña un papel roto que se podía leer Amoxicilina. Quizás para sus hijos, quizás para ella misma. Una simple nota que sujetaba con fuerza.
Llegaba tarde, cansada, con cuatro hijos alrededor suya. El más pequeño en la espalda inmerso en un profundo sueño. Los demás menores sin separarse apenas, salpicando polvo y tierra. Rostros embadurnados de suciedad. Una niña descalza, escondiéndose del sol por una chaqueta gastada. La madre sacó su pecho, un pequeño impaciente situado a la espalda de la hermana mayor, demandaba leche.
Otra familia más como cientos que habitan en Etiopía. Que forman parte de frías estadísticas pero nunca de titulares de prensa. Esta pobreza asola y diezma la vida de niños y niñas menores de cinco años. Pero esta mujer joven, valiente y con decisión ha llegado hasta aquí para recibir un antibiótico. Avisamos dentro de la misión y le dijeron que tenía que venir a la tarde. Y allí se quedaron esperando en un resquicio de sombra que ofrecía una casa de adobe.

Dice Eduardo Galeano que la pobreza puede merecer lástima, pero ya no provoca indignación: hay pobres por ley de juego o fatalidad del destino. Y que nunca el mundo ha sido tan injusto en el reparto de la riqueza, pero el sistema que en el mundo rige, y que ahora se llama, pudorosamente, economía de mercado, se sumerge cada día en un baño de impunidad.
Galeano, y sus "Nadies" nunca ha estado tan presente como en el momento que esta familia se presentó en medio del agotamiento.
Nunca conoceré el nombre de esta mujer, ni la de sus hijos. Tampoco conoceré sus sueños, sus deseos y si ese mismo día había tomado bocado alguno de los miembros de la familia.
Pasarán los días, las semanas, los meses, y yo me encontraré en un mundo rico, occidental y opulento donde se tira toneladas de comida, se cambia de pantalón cada mes y se derrocha tanta agua que cada persona gasta el doble de lo que necesita.
Y lo que nunca olvidaré que toda estas personas, los Nadies de Galeano, son Personas con alma y dignidad y que nosotros jamás tenemos que abandonar, relegar e ignorar esa parte de nuestro mundo, tan silencioso pero con un constante grito de sufrimiento.

domingo, abril 05, 2009

La pizarra.

Apenas eran las cinco de la mañana y ya estábamos en pie. Teníamos un largo día por delante. Íbamos a continuar con las compras del material escolar en Addis Abeba.

Hoy nos traían la esperada pizarra que encargamos y que en un principio rechazamos una por estar rayada.
Además de los 450 paquetes de ceras y cartulinas de colores, tijeras escolares, mil cuadernos, reglas, bolígrafos, 20 paquetes de 500 folios cada uno…..más adelante os mostraré el inventario por cada escuela firmado bajo la supervisión del Ministro de Educación de Zway que tuvo la amabilidad de venir con nosotros.

El camino ya lo conocíamos. 163km repleto de vacas anárquicas, ovejas, burros extenuados y mucha sequía en el paisaje etíope. *En la foto las vacas atravesando la única carretera que va a la capital etíope.

La pizarra era para el orfanato de Meki, que está muy cerca de Zway y estará colgado en una de las habitaciones destinada para la biblioteca que queríamos montar. Mar, la responsable del orfanato, también venía con nosotros y nos mostró su deseo de seguir con las compras de libros especiales para los niños y niñas del centro. Eran libros difíciles de encontrar pero no imposible: guiones de teatro infantiles para representar entre todos. La idea era bastante bonita y factible.

Cuando llegamos a la tienda, el dueño nos sacó la ansiada pizarra. Estaba perfecta y lista para cargar en la parte superior del coche. Tuvimos bastante público en la calle. Etiopía se encuentra sumida en un perenne estado de paro entre toda la población y muchos jóvenes y no tan jóvenes, permanecen en las calles viendo pasar el tiempo sin otra esperanza de que éste, pase lo más rápido posible.

*Cargando por primera vez la pizarra en el coche de la ONG Amigos de Silva.
Al ver la pizarra me la imaginaba ya repleta de garabatos, de dibujos y de escrituras, de aprendizaje. Nos costó unos ochenta euros. Y a mí personalmente me parecía la pizarra más bonita del mundo.

Fue algo aparatoso montarla en el coche. Y tuvimos que parar al menos tres veces para sujetarla en la baca y luego ésta y nosotros nos recorrimos media ciudad. Después de comer continuamos comprando más cosas para los niños y niñas entre lo que destaco: un kit de limpieza para los colegios. Ya nos advirtieron las sisters que no tienen absolutamente nada para limpiar las aulas. También como habíamos adquirido diversos cuentos e historias en inglés para que fueran escuchados estuvimos casi cinco horas para encontrar radiocasetes para las tres escuelas de los poblados.

Con paciencia y con tranquilidad al final pudimos comprar sólo dos en una tienda de electrónica. Es algo complicado adquirir existencias en las tiendas del país. Para el tercer radiocasete Mar se encargaría otro día de seguir con las compras y de encargar para nuestra biblioteca bancos, mesas y librería.
Fue un día cansado pero muy fructífero. Ya era de noche cuando tuvimos que esperar el coche de las sisters para volver a Zway. Y otra vez tuvimos que descargar la pizarra, volverla a montar en un segundo coche junto con todas las compras porque Mar y Paco se tenían que quedar en la capital.
Llegamos muy tarde a la misión. La carretera se encontraba cortada (algo habitual) y tuvimos que atravesar un poblado. Por un momento pensamos que la pizarra se caería y aplastaría algún etíope que suele caminar en medio de la oscuridad.
Pero nuestro conductor de la misión paró en medio de la noche y vigiló que estuviera bien sujeta.

Al día siguiente tocaba descargar de nuevo la pizarra., para después de dos días que Mar regresara con el coche del orfanato volver a cargarla de nuevo. Y para que por fin la pizarra estuviese lista a recibir la escritura y los sueños de todos los niños y niñas del orfanato. * Foto: Equipo de Lápices para la Paz junto a Mar, Jorge y la pizarra que ya estaba lista para seguir su camino definitivo.