martes, junio 09, 2009

Quiero un cuaderno.

En la capital de Etiopía, Addis Abeba, me despertaba con la sensación de haber dormido pocas horas. La luz se introducía a través de las cortinas con total impunidad. Me dirigí a la pequeña terraza del hotel, y al mirar al frente allí estaban. Una decena de niños tumbados en las aceras. Algunos durmiendo, otros mirando a la lejanía. Son niños de la calle. Descalzos, mugrientos, hambrientos y sonrientes.

Etiopía tiene una altísima tasa de mortalidad infantil por la cantidad de niños huérfanos que viven en la calle, la explotación infantil y el Sida. La Constitución etíope no trata directamente la violencia en la familia y el Código Penal no parece sancionar el incesto. Muchos niños son abandonados por familias que viven en zonas rurales y se ven condenados a mendigar por las calles de Addis Abeba.

Otros son vendidos por familias incapaces de mantener a sus hijos, y varios millares son secuestrados por una mafia organizada que obliga a los niños a mendigar y repartir el dinero obtenido.
Se calcula que unos 60.000 menores mendigan en las calles, según fuentes oficiales, aunque otros cálculos indican que pueden llegar a 100.000.
Muchos niños explotan deficiencias físicas para pedir limosna, otros pasan las horas masticando khat (un estimulante muy popular en Etiopía). Niños sin nombre, sin identidad, con miradas ávidas de turistas para poder conseguir un maldito birr.
Todas las mañanas se nos acercaban varios chavales, les dábamos el desayuno y les comprábamos plátanos. Una sonrisa iluminaba sus rostros, pero era algo temporal porque después tendrían que seguir buscándose la vida y una sombra se quedaba paralizada en su ánimo. Dagmawi es un niño espabilado y despierto.
*Foto, Dagmawi. A mora.
Ya conocía nuestros nombres y nos decía que aunque se veía obligado a mendigar por las calles, iba regularmente al colegio. Y además afirmaba que era muy buen estudiante.
Nos esperaba todos los días, con sus pantalones enfrentados a mil batallas y sus vivaces ojos negros. Pequeño, desprotegido y libre como el viento se conoce los hoteles de turistas al dedillo.
La calle es suya, la supervivencia su manual, tremendamente memorizado.

El último día que le vi, Dagmawi ya sabía que era la última vez que nos encontraríamos, recordaba la fecha en que me despedía de la ciudad. Vino corriendo hacia mi y pensé que me pediría unos cuantos birrs, pero sonriente y cariñoso hablando bajo dijo:

- ¿Me compras un cuaderno para el colegio…?



6 comentarios:

Observador dijo...

Desgarrador lo que nos cuentas en este post, aunque el granito de arena sea poco, menos es nada y la sonrisa de esos niños de la calle a los que veías cada día no tiene precio y más si con esa misma sonrisa te pide un cuaderno para seguir labrándose un futuro .Besos
P.D.: estaba echando de menos las crónicas de Etiopia

Gracchus Babeuf dijo...

Esta entrada es un buen resumen de todo el blog. Un lápiz y un cuaderno para el cole. Ese es el futuro del mundo, y lo hacemos entre todos.

Gracchus Babeuf dijo...

Esta entrada es un buen resumen de todo el blog. Un lápiz y un cuaderno para el cole. Ese es el futuro del mundo, y lo hacemos entre todos.

LUISA M. dijo...

Se me parte el corazón leyendo tu narración del día a día de este "niño de la calle" etíope. ¡Qué realidad más dura y cruel les ha tocado vivir!
¡Ojalá fuéramos más conscientes de la necesidad urgente de ayuda que tienen...!
¡Qué ojos más vivos tiene Dagmawi!
Aunque no estemos junto a ellos físicamente, sí que podemos comprarle todos un cuaderno y un lápiz para la escuela. Porque la suma de muchas pequeñas aportaciones... logra un gran cambio en sus vidas diarias, ¿verdad, Alicia?

Felicidades y adelante con esa hermosa labor solidaria.
Un abrazo.

Anuskirrum dijo...

En la foto el pequeño transmite tanta fuerza que es increíble pensar en su temprana edad. Pero la vida dificil que le ha tocado le muestra una cara feroz y agresiva.
Solo puedo agradeceros vuestra misión por ser capaces de conseguir pequeños sueños que fomentan una ilusión, la de un cuaderno, para continuar en la lucha por la vida.

Gracias de corazón.

Mercè Salomó dijo...

Y justamente te pide, a ti, un cuaderno para el cole!
¿Cómo decirle que no?


Besos, Alicia.