miércoles, abril 08, 2009

Una simple nota.

*Madre e hijos llegaron tarde para el dispensario médico de la misión salesiana. Foto A mora.
Vino recorriendo kilómetros. Quería ir al dispensario médico de la misión que se encontraba en esos momentos cerrado. La madre sólo nos enseña un papel roto que se podía leer Amoxicilina. Quizás para sus hijos, quizás para ella misma. Una simple nota que sujetaba con fuerza.
Llegaba tarde, cansada, con cuatro hijos alrededor suya. El más pequeño en la espalda inmerso en un profundo sueño. Los demás menores sin separarse apenas, salpicando polvo y tierra. Rostros embadurnados de suciedad. Una niña descalza, escondiéndose del sol por una chaqueta gastada. La madre sacó su pecho, un pequeño impaciente situado a la espalda de la hermana mayor, demandaba leche.
Otra familia más como cientos que habitan en Etiopía. Que forman parte de frías estadísticas pero nunca de titulares de prensa. Esta pobreza asola y diezma la vida de niños y niñas menores de cinco años. Pero esta mujer joven, valiente y con decisión ha llegado hasta aquí para recibir un antibiótico. Avisamos dentro de la misión y le dijeron que tenía que venir a la tarde. Y allí se quedaron esperando en un resquicio de sombra que ofrecía una casa de adobe.

Dice Eduardo Galeano que la pobreza puede merecer lástima, pero ya no provoca indignación: hay pobres por ley de juego o fatalidad del destino. Y que nunca el mundo ha sido tan injusto en el reparto de la riqueza, pero el sistema que en el mundo rige, y que ahora se llama, pudorosamente, economía de mercado, se sumerge cada día en un baño de impunidad.
Galeano, y sus "Nadies" nunca ha estado tan presente como en el momento que esta familia se presentó en medio del agotamiento.
Nunca conoceré el nombre de esta mujer, ni la de sus hijos. Tampoco conoceré sus sueños, sus deseos y si ese mismo día había tomado bocado alguno de los miembros de la familia.
Pasarán los días, las semanas, los meses, y yo me encontraré en un mundo rico, occidental y opulento donde se tira toneladas de comida, se cambia de pantalón cada mes y se derrocha tanta agua que cada persona gasta el doble de lo que necesita.
Y lo que nunca olvidaré que toda estas personas, los Nadies de Galeano, son Personas con alma y dignidad y que nosotros jamás tenemos que abandonar, relegar e ignorar esa parte de nuestro mundo, tan silencioso pero con un constante grito de sufrimiento.

5 comentarios:

Mercè Salomó dijo...

Una de las cosas que más me "encendía" en mi viaje por Malí, es el desabastecimiento de los centros de salud o, lo peor, que como no había nada de nada, el médico ni acudía.

Un abrazo solidario.

Anuskirrum dijo...

Este relato de vida, encarna la peor de las desgracias del ser humano, que es olvidarnos de nuestros congéneres de manera tan violenta y brutal. Supongo que desde el lugar privilegiado en que os encontrais costará mucho pensar en la esperanza, pero ahí estais. Sacando un poco a esos "nadies" de la miseria extrema que les amenaza. He leído a Galeano y en esas letras condensa exactamente el rigor de la desdicha que les afrenta.
Desde Madrid, os mando todo mi apoyo y gratitud por vuestra acción.
No sabremos es verdad, a que tragedias sobreviva esta mujer que cuentas, diariamente. Ni veremos sus lágrimas pensando en la lucha por vivir de sus chiquitos. Que desgraciada humanidad estamos creando que malogra sus excedentes, prefiriendo su desaparición a su reparto. Algún día vendrán a pedirnos cuentas y como siempre nos encontrarán vacíos de razones.

Gracias por este blog.

Ronsel dijo...

Un pequeño regalo, con toda nuestra admiración hacia los que tanto dáis:http://trafegandoronseis.blogspot.com/2009/04/selo-violeta.html
Saludos

Alicia Mora dijo...

Gracias por vuestros regalos y palabras.
Un beso solidario

Anónimo dijo...

No soy una persona solidaria pero intento fomentar eso en mí, ya que quizá en mi educación, se excluyó. Por ello, intentando saltar las piedras del egocentrismo y egoísmo, que indirectamente pueden golpear a los de mi alrededor, intento estar ahí, al menos para las personas más cercanas. Lo penoso también resulta, que hay que obligarse a ser consciente para no convertir lo "injusto" en un paisaje, como quien ve llover.