sábado, mayo 03, 2008

El Perro Mongol o cómo no parpadear en 90 minutos.

La gente acudía puntualmente a la cita. Niños, niñas, adolescentes, mujeres, hombres... se acomodaban en una alfombra que extendida sobre la arena era las butacas de un cine en pleno desierto, bajo la inmensidad de las estrellas.
Comenzaba El Perro Mongol, una película repleta de paisajes verdes, instantáneas de valles interminables de la vasta estepa mongolesa. El Perro Mongol se adentra en la vida de una familia nómada que vive en un lugar aislado de Mongolia para pasar el verano.
Dicen de esta película que es un motivo de reflexión para nuestra sociedad de la construcción sin respeto alguno por paisajes y cultura debido a la creciente urbanización y desaparición de nuestros campos.
Una cinta admirable por su lectura, como admirable su elección para el V Festival del Fisahara.
En la pantalla vimos deambular a los yaks, cabras, ovejas, y un centro: la yurta, el hogar temporal de la familia nómada.
El caso es que de repente, esos paisajes verdes, de una naturaleza en estado puro, vital, se instalaron en pleno desierto
.
Niños y niñas saharauis miraban boquiabiertos, contemplando el verdor de la hierba, flores, ríos, montañas, nubes que anuncian tormentas...,me pareció que la brisa de esas montañas acariciaban sus pequeños rostros.

Algunos de estos niños nunca habían visto el hechizo del cine, como tampoco contemplado el infinito color esmeralda de las tierras fértiles de ese pequeño mundo natural en estado puro.
La cruel y dura condena del pueblo saharaui en un desierto que va quemando poco a poco la templanza era por unos 90 minutos un buen motivo para desaparecer entre las montañas de la película. Y todo esto gracias al cine, gracias al Fisahara que llevó sueños a esta parte olvidada del planeta.

Cada escena, cada momento crítico era secundada por suspiros de alivio o pequeños gritos de alerta. Por un momento recordé algunas entrañables escenas de Cinema Paradiso, del director Giuseppe Tornatore, donde los chavales acudían en masa al teatro del pueblo para contemplar esa magia de fotogramas y evadirse por unos minutos. Con sus rostros paralizados a cada escena, la luz proyectándose en sus retinas, abrazados por las sombras de las imágenes. Una película que era simplemente y llanamente una clara declaración de amor hacia el cine.

Y allí en el desierto, la realidad superaba la ficción una vez más. Kofi, el pequeño de nuestra familia saharaui, llegó tarde y se sentó rápidamente junto a nosotros. Apenas parpadeaba. Sencillamente maravilloso.

Vídeo: Trailer del Perro Mongol.

4 comentarios:

JLuis dijo...

Que pasada Alicia. Suena tan maravilloso que la mágia del cine haya podido verdear un ratito un desierto... ojalá tiñese de vida también las conciencias y corazones de quienes mantienen esta situación.

Un abrazo verde... muy verde (paisajísticamente hablando, claro ;-))

Anónimo dijo...

El cine que nos transmite la magia.Besos:
S.R. :)

Anónimo dijo...

Bonito post que nos transmite la magia del cine en el desierto y quienes lo ven con ojos deslumbrantes de niñ@ como el pequeño Kofi.Besos

Alicia Mora dijo...

Besos a vosotros! verde, rojo..de todos los colores!