jueves, mayo 22, 2008

El pasado siempre está presente.

Escaparon a toda prisa, con prácticamente lo puesto después de que el Ejército marroquí ocupara sus tierras.
Comenzaba la histórica Marcha verde; la estrategia de Marruecos con la intención de invadir, y posteriormente anexionar el Sahara Occidental iniciada el 6 de noviembre de 1975.

Marruecos movilizó a unos 350.000 ciudadanos y 25.000 soldados a través del desierto para invadir la por entonces provincia española, de modo que apoyasen y legitimasen la anexión, organizada por el rey Hassán II, durante la crisis política de España en los últimos días del régimen franquista.*Foto abuela de Gavilia.

Un largo éxodo saharaui, que comenzó atravesando a pie la frontera entre el Sahara Occidental y Argelia. Centenares de mujeres, hombres, niños, prácticamente sin agua, ni alimentos.
Fetuche, una de nuestras queridas abuelas saharauis, bisabuela de Gavilia, nos habla en castellano de la larga diáspora.,no si antes decirnos con una sonrisa que todos somos hermanos, que todos somos de la misma nacionalidad. Es curioso, que el tiempo no haya dejado huella en ese concepto de hermandad, después del triste y vergonzoso “trueque” entre España y Marruecos.

Recordemos que hasta que no se produjeron los Acuerdos de Madrid la Marcha Verde permaneció estacionada a unos cientos de metros de los campos de minas, controlada por la policía marroquí que se empleaba contundentemente cuando movimientos espontáneos de civiles se dirigían hacia las tropas españolas.
Una semana después, con los acuerdos tripartitos de Madrid, España cedía la administración del tercio sur del territorio saharaui a Mauritania y el de los dos tercios septentrionales a Marruecos, a cambio de compensaciones políticas y económicas.
Y comenzó el resultado de este desventurado fracaso comercial para miles de personas, ya que tras los bombardeos de Marruecos con fósforo blanco a los saharauis en 1976 muchos no pudieron escapar y murieron o quedaron en la zona ocupada, además de aquellos que no huyeron.
Y el testimonio sigue vivo, sigue en la memoria colectiva. Hoy escuchamos y ese sufrimiento se instala de repente en la jaima, mientras hierve el té silenciosamente. Nos sigue contando cómo se tuvieron que ocultar durante largos meses en cuevas bajo tierra para escapar de ese fósforo blanco y del napalm.

Recibiendo noticias como la muerte de un hijo en la guerra y la sensación de provisionalidad que perdura hasta nuestros días.
Hasta que Argelia no fue protectorado del pueblo saharaui no salieron de sus escondites. Llegaron a Dajla y comenzó todo un reto para las mujeres. Una dualidad terrible como es olvidar el pasado, el sufrimiento y organizar una sociedad en pleno desierto de la nada. Apenas disponían de semillas, ni útiles de construcción. En los primeros meses se consumía sobre todo la poca carne que tenía, en especial la de camello.
*Foto derecha, madre de Gavilia.

Las mujeres asumieron toda la responsabilidad de no sólo alimentar a todo el pueblo sino ejercer de educadoras, sanadoras, ingenieras agrónomas, transmisoras de la memoria, apaciguadoras de la tristeza. El resultado es visible. Los campamentos de refugiados más organizados del mundo.
*Foto Fetuche, bisabuela de Gavilia.

Todas y cada de estas mujeres jamás saldrán en los medios de comunicación, ni serán retratadas en alguna enciclopedia universal. Anónimas, grandiosas, que permanece inalterable su resistencia, su capacidad de acoger al extranjero. Tolerantes a pesar de todo, que han creído en la educación como pilar básico de la sociedad y siguen luchando en silencio desde este infinito horizonte que ojalá un día no muy lejano puedan ver el mar que les fue arrebatado.


El marido de Fetuche, Abah Uld Labid, fue un gran poeta. –"Vive en nuestro corazón"- nos comenta el hermano de Gavilia, Sidi, que con orgullo dice que aún guarda su arma. Efectivamente, escribió varios libros, y está enterrado en el cementerio de mártires.

Nos emocionamos al escuchar estas pequeñas y grandes historias personales. Como también la dignidad que aflora de los ojos de las tres generaciones de mujeres.
Fetuche, apenas puede ver, tiene cataratas, pero extiende sus manos, sonriendo, cálida, dándonos besos mientras repite una y otra vez:
- "Hermanos, todos somos hermanos. Guapos, guapos…."

4 comentarios:

Anónimo dijo...

En las palabras de Fetuche se refugia la única idea que podría algún día arreglar este enloquecido, injusto e inhumano mundo que nos hemos construído: "Hermanos, todos hermanos".

Anónimo dijo...

La entereza de estas gentes es de quitarse el sombrero,la mirad y las hitorias de las abuelas de el post son de los que hacen refresionar,si todos somos hermanos ¿porque les abandonamos?.

Alicia Mora dijo...

Pepo,bienvenido a Lápices!.
Observador,
yo también me pregunto de ese abandono...Un abrazo.

Anónimo dijo...

Esta historia de los saharauis es una vergüenza para todos los españoles. Los abandonamos a su suerte y su supervivencia heroica no hace sino reavivar esa vergüenza. Pero la mayoría de nosostros miramos para otro lado, porque nos molesta ver lo mezquinos que somos. Y ahí están los jefazos de ambos países departiendo amablemente y llamándose "primos".